

Mandatos
CUANDO HACÉS LO QUE “DEBERÍAS”, NO LO QUE QUERÉS
Por años vivimos cumpliendo cosas que nunca elegimos:
ser responsables, productivos, fuertes, discretos, exitosos, tranquilos, agradecidos… lo que toque.
Son mandatos invisibles.
No los decidimos, pero nos manejan igual.
El problema es simple:
cuando vivís según lo que “corresponde”, desapareces vos.
Y un día te das cuenta de que cumpliste todo…
pero no sabes si eso te hacía bien o solo te mantenía ocupado.
No hace falta romper todo ni rebelarse contra el mundo.
Hace falta mirar de frente qué cosas seguís por costumbre
y cuáles te hacen perder vida.
No venimos a decirte qué hacer.
Venimos a preguntarnos juntos:
¿Qué parte de tu vida sigue tu deseo…
y cuál sigue un guion viejo?
Si algo te hace ruido, es señal.
Ahí empieza el cambio.
La salida no es épica ni complicada:
Nombrar el mandato (qué “debería” estás cargando).
Preguntar si todavía te sirve.
Elegir aunque sea un pequeño gesto propio: decir no, bajar el ritmo, hacer una cosa a tu manera.
Pequeñas decisiones abren caminos enormes.
No se trata de desobedecer por deporte.
Se trata de volver a elegir tu vida.
Qué es un mandato (sin vueltas)
Un mandato es una orden vieja que seguís sin darte cuenta.
No viene de vos: viene de la familia, la cultura, la época, el miedo o la culpa.
Es la voz que te dice “tenés que…” incluso cuando no querés.
Cómo saber si estás viviendo un mandato
Se nota cuando:
Hacés cosas que no te gustan pero igual sentís que “corresponde”.
Vivís cansado sin saber por qué.
Te cuesta decir que no.
Sentís que decepcionás si elegís distinto.
Te exigís más de lo que exigís a otros.
Si hay incomodidad, hay mandato.
Señales de que el mandato ya te queda chico
La vida te pesa aunque “esté todo bien”.
Te enojan pequeñas cosas que antes ignorabas.
Sentís que actuás en automático.
Tenés logros, pero no sentís orgullo.
La libertad te da miedo… pero la rutina te asfixia.
Cuando un mandato se vuelve jaula, el cuerpo avisa antes que la cabeza.
Qué podes hacer HOY
No hay batallas épicas. Hay gestos chicos pero potentes:
Nombra el mandato: “Estoy haciendo esto porque creo que debo”.
Preguntate: “¿Esto todavía tiene sentido para mí?”
Proba un no, aunque sea chiquito.
Elegí una acción que venga de vos, no de la obligación.
Proba hacerlo distinto, aunque sea una vez.
Cambiar un hábito es difícil.
Cambiar un mandato es un alivio.
Preguntas que ordenan
Podes usarlas como disparadores:
¿De quién era este “debería”?
¿Qué miedo aparece si dejo de cumplirlo?
¿Qué parte de mí nunca fue consultada?
¿Qué pasaría si hoy elijo una cosa por mí y no por lo que esperan?
¿Qué parte de mí ya no quiere seguir explicándose?
Una vida elegida pesa menos que una vida obedecida.
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