El rol del carácter

El carácter no es temperamento, ni humor, ni “cómo soy yo”.
El carácter es la manera en que respondemos cuando nadie nos mira, cuando las cosas se complican o cuando aparece el miedo.
Es la parte nuestra que no cambia con la opinión de los otros, que no negocia valores por comodidad y que sostiene lo que creemos incluso cuando es difícil.

El carácter no es duro ni inflexible.
Es firme.
Y esa firmeza no viene del orgullo, sino de tener claro qué cosas no estamos dispuestos a traicionar, ni por aprobación, ni por miedo, ni por ansiedad.

El carácter es la columna vertebral de la vida interior: sostiene lo que somos cuando todo lo demás se mueve.

Carácter no es personalidad

Qué pasa:
Confundimos carácter con ser simpático, intenso, reservado, tímido o extrovertido.
La personalidad cambia; el carácter sostiene.

La salida:
Distinguir: ¿qué es un rasgo mío? ¿qué es un principio?

Lo que es principio conviene cuidarlo.

Carácter como dirección, no como rigidez

Qué pasa:
Muchos creen que tener carácter es ser inflexible o duro.
Esa es una caricatura.

La salida:
Aprender a sostener convicciones sin perder humanidad.

La flexibilidad no quita carácter; lo hace más inteligente.

Carácter y decisiones difíciles

Qué pasa:
Cuando las cosas están fáciles, todos parecemos firmes.
El carácter aparece recién cuando tener razón cuesta algo.

La salida:
Preguntarte: ¿qué elegiría si nadie me estuviera mirando?

La respuesta es tu carácter.

Carácter y límites personales

Qué pasa:
A veces sabemos lo que queremos pero cedemos por miedo a conflictos, rechazo o soledad.
Ahí el carácter se diluye.

La salida:
Decir un “no” pequeño hoy fortalece un “no” grande mañana.

El carácter se entrena con límites diarios.

Carácter y coherencia

Qué pasa:
Podemos decir cosas correctas y actuar de forma opuesta.
La incoherencia desgasta.

La salida:
Unir las piezas:
lo que pienso → lo que digo → lo que hago.

La coherencia imperfecta construye carácter real.