Consumo: cuando anestesiamos lo que duele


No siempre compramos para tener.
A veces compramos para no sentir.
Consumimos para tapar el cansancio, la soledad, la frustración o el ruido interno.
Y mientras funciona, parece inofensivo. Pero la anestesia dura poco.
Esta zona es para entender qué hay atrás de ese impulso…
y cómo empezar a elegir sin lastimarnos.
Por qué consumimos más de lo que necesitamos
El consumo excesivo no nace del deseo: nace del vacío.
Compramos para volver a sentir control, para llenar silencios, para no pensar.
Incluye ideas tipo:
Comprar da un “mini sentido” instantáneo.
Nos calma… pero solo por unos minutos.
Es más fácil comprar que hablar, pedir ayuda o parar.
Señales de que el consumo se volvió anestesia
Te aburrís y automáticamente entrás a mirar cosas.
Te “merecés algo” todos los días porque estás agotado.
Te irrita no poder comprar algo inmediato.
Pensás en compras que nunca usás.
Sentís un vacío apenas llega el paquete.
La compra tapa por un rato… pero lo que duele vuelve igual.
Qué podés hacer HOY
(práctico y realista)
Microgestos que funcionan:
Antes de comprar, preguntate: “¿Qué estoy tratando de evitar?”
Esperá 24 horas: si lo querés de verdad, aparece de nuevo.
Elegí una compra que venga de un deseo real, no del impulso.
Buscá un reemplazo que calme mejor: caminar, hablar, escribir, descansar.
Hace una “lista de compras de verdad”: 5 cosas que sí te suman.
El objetivo no es dejar de comprar.
Es dejar de taparte.
Preguntas que ordenan
¿Qué emoción trato de esquivar cuando compro?
¿Cuándo empecé a usar el consumo como calmante?
¿Qué parte de mi día me está pidiendo un cambio?
¿Qué puedo sumar que me calme mejor que una compra?
El consumo no es el problema.
El problema es cuando lo usamos para no escucharnos.
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